
El maldito adversario atacaba de nuevo, mientras su corazón seguía y seguía creciendo. Crecía y crecía; no podía contraerse. Diástole, diástole, diástole; hasta que fue tan grande tan grande, que no cupo en su torso y éste también comenzó a expandirse, hasta que fué tan grande tan grande, que la piel no resistío y reventó como un globo pinchado por un alfiler.
Hombre alienado: hombre sin imaginación.